El Club
- Emiliano Mora Barajas
- 20 may 2016
- 2 Min. de lectura
En la compasión de Nuestro Señor no alcanzan los errores. Así, que la Iglesia Católica evita hacer públicos los de sus sacerdotes o servidores. Porque la Institución no peca, jamás. Y todos los sacerdotes deberán arrepentirse en privado, llevar una vida de recogimiento y meditación. Por tanto, mandemos lejos a estos réprobos, a que piensen en sus errores y a que ardan en su contrición. El mejor lugar es la última casa del último pueblo de Chile. Ahí nadie vendrá a señalarlos y con ello, tampoco, a la Iglesia. Con la ventaja de que entre más lejos del hombre, más cerca de Dios. Pero resulta que no. Que entre más lejos del hombre, también más lejos de Nuestro Señor. Y, entonces, que les queda tiempo a estos pecadores para que se tranquilicen y no anden tan arrepentidos. Uno de ellos se dedica a criar un galgo de carreras, que se vuelve la actividad preferida de todos los de la casa. Otro de ellos se la pasa chupando con singular alegría. Y la vida lejos de la Iglesia se vuelve complaciente. Pero Nuestro Señor siempre anda cerca y en este caso, se aparece en forma de pescador –momento, ya antes se había aparecido así– bueno, su objetivo es sacar de su área de confort a estos sacerdotes pecadores. Como el cura psicólogo que envía la Iglesia para que determine cuán arrepentidos están los exiliados. Mas parece que la institución es incapaz de hacer asimilar a sus feligreses la experiencia espiritual, los curas, como los pecadores, siempre necesitan una autoridad que los guíe. La única forma de mantener al hombre en el sendero correcto es la confesión constante. Jesús vino a fundar más que nada un Club (2015) –de Pedro Larraín.

Comments