Bitácora de viaje
- Carla Esquivel
- 10 may 2016
- 2 Min. de lectura

Llegué al centro sin apuros, perdí el rato pensando que en ese momento estaban seleccionando uno de mis trabajos para la exposición, me los imaginé diciendo: (con vocales) aaahh, ohhh (con consonantes) mmm, tsss. Como sea, llegué al centro.
En el lugar de impresión digital: -hola buenas tardes (sudaba como cerdo) -hola, ¿Qué carpeta es? -La que dice “kublitareas” (me rio) Por su inexpresión descubro que no sabe quién es Kubli. Chiste en exceso local.
Mientras espero o “las viejitas en Mc.Donalds”
A la gente que come sola en el Mc.Donalds le toca por asignación (o resignación) sentarse en una barra la cual extrañamente está llena de viejecitas.
-Buenas tardes, provecho (les digo a todas mientras me siento con mi charola) Todas contestan excepto la única chica de mi edad sentada comiendo sola, ni me voltea a ver ¡estos jóvenes de ahora! Me siento viendo a la cocina. Error. Termino y voy al baño medio asqueada. Error. Siendo un baño de Mc.Donalds del centro la descripción me la puedo ahorrar. Entro al cubículo, no tiene manija. El baño rápidamente se llena de señoritas.
-Apúrate wey -¡Está ocupado culera! -(Voz de señora) dile a la gorda que se venga a lavar las manos Se escucha la puerta del baño -¡GOOORDAAA, que vengas a lavarte las manos, cochina! Se escuchan risas, llega la gorda -Quiero ser como “la talía” o “la gali” Más risas, más sonoras -Ahhh, a mí también me gusta “yustin biber” -Es mi novio
Ya no aguanto el morbo. Salgo y me encuentro a la gorda y compañía, gentiles damiselas vestidas con pantalones entallados y playeras multicolor, estampados “Sexy” y “I love my look” todas fosforiloco y brillantina, sanjuditas al cuello junto con otros diez collares de color. Me voy del Mc. Donalds.
De regreso
Me entregan mis fotos. Un pesero casi me atropella al querer pasarse el alto. Me rescata un policía de tránsito que además me regaña. El pesero se sigue sin multa. Ya en el pesero, el señor sentado a mi lado suda y resopla sobre su celular viendo “chicas sensuales”, se baja en la siguiente esquina. Voy pensando en escribir esta bitácora, me provoca una risa involuntaria, pública y penosamente sonora en el pesero. Algo me queda claro: nadie sabe quién es Kubli.
Carla Esquivel licenciada en Artes Visuales por la UNAM. Escritora a ratos, narra pequeños espacios de su vida cuando está aburrida.
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