Incorrectamente Político
- Cèsar I. Oliveros
- 3 may 2016
- 3 Min. de lectura

Pintura: Alexander and Diogenes by Edwin Landseer Ser políticamente incorrecto, es el juego o embuste de algunos personajes en aras de ser una especie de intelectual “incomodo”. Como si ser grosero, alcohólico, pedante, “irreverente” o tener un “humor muy acido”; fuera por antonomasia la actitud de los míticos outsiders incomprendidos, geniales, de los cuales nadie comprendió en su respectiva época porque estaban adelantados. Nihilistas con actitud cínica que viven de acuerdo a la naturaleza como “Diógenes moderno”. Aunque generalmente sólo logran: un hígado destruido, la antipatía generalizada y algunos poemas o ideas para novelas que nunca verán la luz.
Los ortodoxos incorrectos rayan en la caricatura de sí mismos. Siempre tienen el comentario desatinado para denostar las luchas ajenas. El poder que ha dado la pantalla y el teclado permiten que los sociópatas opinen, y no sólo estos sociópatas sino también los que llevan el disfraz de “progre” escritores y escritoras que en teoría tienen más peso sus comentarios. Alguien tan progre que no está de acuerdo ni con las posturas de la izquierda ni con las de derecha. Es mejor citar (o creer que están citando) a “pesimistas” como Schopenhauer, Cioran, Nietzsche… Si los intelectuales incómodos conciben que ciertos filósofos eran misóginos hay que ser misóginos, sin cuestionar, si los consideran misántropos, hay que ser misántropos. Sin chistar o entender el contexto y mucho menos leer una obra en serio.
Aunque a veces las causas sean justas y de sentido común como: el maltrato animal, el cuidado del medio ambiente, el acoso sexual, la discriminación, los crímenes de Estado… Siempre saldrán los comentarios facilones o simplistas que tachan de modas o cosas de jipis, este grupo exclusivo que pueden ver el futuro y tienen la certeza de que no pasará nada y es mejor morir sin intentar mejorar el entorno, es mejor atacar todo porque es genial, joder de manera juguetona o de auto proclamarse paria, eso sí, inteligente y agudo. Cumplen un rol de opinar cada semana en una columna o de enjuiciar todo lo que se mueva. No les bastan los espacios en los noticieros y periódicos de cuestionable calidad, como La Razón o El Universal (por poner ejemplos locales), sino también usan sus redes sociales para “ironizar” absolutamente todo, cualquier tema. Hablemos mal sobre el feminismo o sobre los desaparecidos o sobre estos veganos cool; porque los enfant terribles no respeta nada… Así debe ser ¿no?, así debió comportarse Guy Debord. ¿No?... bueno eso dice su biografía.
No sé si estoy describiendo bien a este grupo que supuestamente está en contra de la academia y el mercado y que habla mal de cualquier escritor que haya ganado premios importantes, pero que en el fondo añoran una beca o un reconocimiento para poner en sus vitrinas. Con el argumento de estar en contra de lo establecido, escriben sus retóricas disléxicas, o mejor aún: sus escritos son experimentales. Yo no soy escritor ni siquiera estoy cerca, incluso sé cómo me atacarían los opinólogos de internet, esta diatriba de forma visceral va en contra de todos y todas aquellas que en su afán de tener una opinión muy original o única apoyan al sistema político que busca descalificar, anular y parodiar cualquier lucha o movimiento social. En esas ganas de ser políticamente incorrectos quedan ad hoc a una sociedad polarizada, dividida y bruta sin ninguna capacidad de dialogo o comunicación.
La nueva rebeldía o transgresión es ser amable, escuchar al otro, tratar de entender las diversas luchas y no sólo de forma discursiva o likera, sino de salir a la calle y protestar, formar cooperativas, colectivos, un verdadero DIY… Es muy cómoda la posición de los intelectuales incorrectos, que desde su computadora y en un sillón escupen vituperios y piensan que hay que aceptar la escoria de especie que somos y que es ingenuo pensar en que mejoraremos algún día como sociedad. De alguna forma los entiendo, a veces sí creo que somos una escoria que trata de parecer civilizada, pero prefiero pensar que puede haber un cambio que vaya más allá de la retórica o de las peleas en internet. Todo se puede atacar, no hay nada sagrado, pero a veces hay que ponerse serios y disparar.
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